Wednesday, January 4, 2012

Piratas y Corsarios, motivo de zozobra para los habaneros



Lecturas en el libro escolar de historia y lectura “Historia Local de La Habana - Grado Tercero” editado en 1949 en La Habana, Cuba por el Dr. F. Armando Muñoz, impreso por P. Fernández y Cia., S. en C. Editores e Impresores Hospital Num. 619. De las secciones o capítulos del libro: “El Rey, el Gobernador y el Teniente Gobernador”, “Piratas y Corsarios, motivo de zozobra para los habaneros” y “El puerto de La Habana y las flotas.”: “Los gobernadores residieron primero en Santiago de Cuba y tenían en La Habana un teniente a guerra. Gonzalo Pérez de Angulo fue el primero en vivir en nuestra ciudad. En 1553 la Audiencia de Santo Domingo dispuso que el gobernador de Cuba residiese en La Habana, dando como razón para ello que la dicha villa de La Habana estaba en el paraje donde se hace escala de todas las Indias. Los gobernadores presidían las reuniones del Cabildo, y tomaban parte en la elección de alcalde. Ésta se verificó, en ocasiones, como sigue: los regidores o concejales escogían dos nombres, los vecinos otros dos, y el gobernador uno. Cada nombre se escribía en un papelito, echándose estos papeles en la llamada Copa de Votación. El gobernador sacaba un papelito, y el nombre que tenía escrito resultaba el del alcalde. A los alcaldes designados o sorteados de este modo la tradición le ha conservado el nombre de alcaldes de papelito. Es interesante mencionar como Hernando de Soto, nombrado gobernador de Cuba y adelantado de la Florida en 1538, al partir en mayo de 1539 a la conquista de la península cercana y sus tierras limítrofes, viaje del cual no regresaría, dejó en La Habana en funciones de gobernadora a su esposa Leonor de Bobadilla, si bien asesorada por don Juan de Fojas como Teniente a guerra en La Habana y por el Licenciado Bartolomé Ortiz como gobernador, por De Soto, en Santiago. De todos modos fue Doña Leonor la primera y única mujer que ha gobernado a Cuba.”


“En enero de 1537 vino, al mando de Blasco Núñez Vela, la primera armada de once barcos para proteger la remesa anual de plata, propiedad de la Corona y de particulares. No se sabe si tocó en La Habana, pero sí lo hizo en Santiago. Lo haría a partir de 1541, siendo esas visitas de las llamadas flotas muy provechosas, en lo económico, para la villa. Jean Francois de la Roque, en 1543, ancló con cuatro galeotes frente a la Punta y desembarcó sus hombres por la caleta de San Lázaro. De la Roque regreso a sus embarcaciones con pérdida de más de quince hombres pues los vecinos armados y ayudados por los fuegos de la primitiva fortaleza que construyó Aceituno, lograron detener su avance. Jacques de Sores, en la mañana del 10 de julio de 1555 se presentó frente al puerto, y ancló más tarde en la caleta de San Lázaro. Huyó el gobernador Angulo con sus familiares para Guanabacoa, pero el valiente Juan de Lobera resistió valientemente, encerrándose en la única fortaleza, de la cual era Alcaide. Tras enconada lucha tuvo que rendirse. Los predichos ataques y las amenazas de otros, ya por piratas y corsarios, ya por las arriadas de las naciones en guerra con España, mantienen durante muchos años en continuo sobresalto a los habitantes de la villa. Continuamente se tienen vigías en las fortalezas para que avisen con un disparo la proximidad de naves sospechosas. Y a tal aviso los habitantes armados y con sus esclavos estaban obligados a correr a la defensa de las fortalezas.”


“Difícil será que un niño habanero de los que cursan el tercer grado no conozca nuestro puerto. Todos habrán notado lo estrecho de su entrada, medida desde la Punta al Morro; y los que por él hayan viajado conocerán sus amplias ensenadas, llamadas de Marimelena y de Guasabacoa. Del mismo modo habrán advertido la profundidad de sus aguas, al contemplar los grandes buques amarrados a sus muelles. Su profundidad media es de ocho brazas, equivalentes a 16 varas. Mucho ha variado la bahía desde la fecha de su descubrimiento. Sus orillas eran entonces cenagosas y bajas, cubiertas de mangles y de hierbas, y abundantísimas en cangrejos. Al desecar los pantanos, talar los mangles y rellenar terrenos, se ejecutaron, aun cuando se persiguieran otros fines, obras de saneamiento. Hoy casi todas sus orillas, si se exceptúan porciones en las mencionadas ensenadas de Marimelena y Guasabacoa, están ocupadas por muelles, almacenes y otras construcciones. Ya en 1574 el puerto de La Habana empieza a tener algún movimiento. En ese año arriban al mismo 101 buques de España, y 115 de la América española, y salen 109 para cada uno de esos puntos. A mediados del siglo XIX el movimiento de embarcaciones ascendió a 2,000. Claro que no debemos asombrarnos de tan alta cifra, si consideramos que incluye toda clase de buques, y si pensamos que sería necesario sumar el tonelaje de muchos de ellos para lograr el equivalente de un solo vapor de nuestros días.”

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