José Martí
El Apóstol
de Playitas a Dos Ríos
A finales de 1894 todo iba marchando según los planes de José Martí, comenzando a ejecutarse el Plan de la Fernandina antes de terminarse el año.
En los primeros días del nuevo año, 1895 los tres barcos del Plan de la Fernandina y el armamento que en ellos se llevaría a Cuba son confiscados por el gobierno de los Estados Unidos. Aquello fue desastroso para Martí, quien era responsable y se encontraba al mando de la operación. No era un complejo desembarco de tres naves simultáneas, era mucho más, un levantamiento en la Isla completa lo que el Apóstol había puesto en movimiento.
Martí logra sobrepasar el fracaso, conferencia con los generales cubanos de guerras anteriores y decide por continuar adelante con sus planes aunque se hayan perdido los barcos y armas de los desembarcos. Envía a su amigo Juan Gualberto Gómez la Orden de Levantamiento la cual Gómez transmite al resto de Cuba. Notifica a Maceo y otros cubanos en Costa Rica de continuar adelante y se embarca rumbo a la República Dominicana para unirse con el Generalísimo Máximo Gómez.
En la República Dominicana Martí envía su testamento político y su testamento literario. Junto con Máximo Gómez redacta el Manifiesto de Montecristi. Martí, Gómez y un pequeñísimo grupo de acompañantes se embarcan para ir a Cuba. El intento fracasó. Vuelven a tratar y el 11 de abril, pasada las 10 de la noche: José Martí, Máximo Gómez, Francisco Borrero, Ángel Guerra, César Salas y Marcos del Rosario, desembarcan en Playitas, Oriente, Cuba.
Diario en Cuba, de Playitas a Dos Ríos.
Playitas
11 Abril. - bote... Salimos a las 11. Pasamos (4) rozando a Maisí, y vemos la farola. Yo en el puente. A las 7 1/2 oscuridad. Movimiento a bordo. Capitán conmovido. Bajan el bote. Llueve grueso al arrancar. Rumbamos mal. Ideas diversas y revueltas en el bote. Más chubasco. El timón se pierde. Fijamos rumbo. Llevo el remo de proa. Salas rema seguido. Paquito Borrero y el General ayudan de popa. Nos ceñimos los revólvers. Rumbo al abra. La luna asoma, roja, bajo una nube. Arribamos a una playa de piedras, La Playita, (al pié de Cajobabo.) Me quedo en el bote el último vaciándolo. Salto. Dicha grande. Viramos el bote, y el garrafón de agua. Bebemos Málaga. Arriba por piedras, espinas y cenegal. Oímos ruido, y preparamos, cerca de una talanquera. Ladeando un sitio, llegamos a una casa. Dormimos cerca, por el suelo.
Cajobabo
Cueva de Juan Ramírez
Casa de Tavera
Vega Batea
Palmarito
Pozango
Palenque
Madre Vieja
Los Ciguatos
La Yuraguana
Malabé
Iguanabo
Vuelta Corta
Aguacate
Kentucky
Rita Perdomo
La Yaya
La Mejorana
Jagua
La Güira
Bio
Altagracia de Venero
Travesía
Dos Ríos
Mayo 12. -De la Travesía a la Jatía, por los potreros, aun ricos en reses, de la Travesía, Guayacanes y la Vuelta. La yerba ya se espesa, con la lluvia continua. Gran pasto, y campo, para caballería. Hay que echar abajo las cercas de alambre, y abrir el ganado al monte, o el español se lo lleva, cuando ponga en La Vuelta el campamento, al cruce de todos estos caminos. Con barrancas como las del Cauto asoma el Contramaestre, más delgado y claro y luego lo cruzamos y bebemos. Hablamos de hijos: Con los tres suyos está Teodosio Rodríguez, de Holguín: Artigas trae el suyo: con los dos suyos de 21 y 18 años, viene Bellito. Una vaca, pasa rápida, mugiendo dolorosa y salta el cercado: despacio viene a ella, corno viendo poco, el ternero perdido; y de pronto, como si la reconociera, se enarca y arrima a ella, con la cola al aire, y se pone a la ubre: aun muge la madre. -La Jatía es casa buena, de cedro, y de corredor de zinc, ya abandonada de Agustín Maysana, español rico; de cartas y papeles están los suelos llenos. Escribo al aire, al Camagüey, todas las cartas que va a llevar Calunga, diciendo lo visto, anunciando el viaje, al Marqués, a Mola, a Montejo.- Escribo la circular prohibiendo el pase de reses, y la carta a Rabí. Masó anda por la sabana con Maceo, y le escribimos: una semana hemos de quedarnos por aquí, esperándolo.- Vienen tres veteranos de las Villas, uno con tres balazos en el ataque imprudente a Arimao, bajo Mariano Torres, y el hermano, por salvarlo, con uno: van de compra y noticias a Jiguaní: Jiguaní tiene un fuerte, bueno, fuera de la población, y en la plaza dos tambores de mampostería, y los otros dos sin acabar, porque los carpinteros, que atendían a la madera desaparecieron: y así dicen: "vean como están estos paisanos, que ni pagados quieren estarse con nosotros".- Al acostarnos, desde las hamacas, luego de plátano y queso, acabado lo de escribir, hablamos de la casa de Rosalío, donde estuvimos por la mañana, al café a que nos esperaba él, de brazos en la cerca. El hombre es fornido, y viril, de trabajo rudo, y bello mozo, con el rostro blanco ya rugoso, y barba negra corrida.- "Aquí tienen a mi señora", dice el marido fiel, y con orgullo: y allí está en su túnico morado, el pié sin medias en la pantufla de flores, la linda andaluza, subida a un poyo, pilando el café. En casco tiene alzado el cabello por detrás, y de allí le cuelga en caudal: se le ve sonrisa y pena. Ella no quiere ir a Guantánamo, con las hermanas de Rosalío: ella quiere estar "donde esté Rosalío". La hija mayor, blanca, de puro óvalo con el rico cabello corto abierto en dos y enmarañado, aquieta a un criaturín huesoso, con la nuca de hilo, y la cabeza colgante, en un gorrito de encaje: es el último parto. Rosalío levantó la finca; tiene vacas, prensa-quesos: a lonjas de a libra nos comemos su queso, remojado en café: con la tetera, en su taburete, da leche Rosalío a un angelón de hijo, desnudo, que muerde a los hermanos que se quieren acercar al padre: Emilia de puntillas, saca una taza de la alacena que ha hecho de cajones, contra la pared del rancho. O nos oye sentada; con su sonrisa dolorosa, y al rededor se le cuelgan sus hijos.
Mayo 13. -Esperaremos a Masó en lugar menos abiertos, cerca de Rosalío, en casa de su hermano. Voy aquietando: a Bellito, a Pacheco, y a la vez impidiendo que me muestren demasiado cariño. Recorremos de vuelta los potreros de ayer, seguimos Cauto arriba, y Bellito pica espuelas para enseñarme el bello estribo, de copudo verdor, donde, con un ancho recodo al frente se encuentran los dos ríos: el Contramaestre entra allí al Cauto. Allí, en aquel estribo, que da por su fondo a los potreros de la Travesía, ha tenido Bellito campamento: buen campamento: allí arboleda oscura, y una gran ceiba. Cruzamos el Contramaestre, y, a poco; nos apeamos en los ranchos abandonados de Pacheco. Aquí fue cuando esto era monte, el campamento de Los Ríos, donde O'Kelly se dio primero con los insurrectos, antes de ir a Céspedes. -Y hablamos de las tres Altagracias. - Altagracia la Cubana, donde estuvimos.- Altagracia de Manduley.- Y Altagracia la Bayarnesa. -De sombreros: "tanta tejedora que hay en Holguín".- De Holguín, que es tierra seca, que se bebe la lluvia, con sus casas a cordel y sus patios grandes, "hay mil vacas paridas en Holguín".- Me, buscan hojas de zarza, o de tomate, para untarlas de sebo, sobre los nacidos. Artigas le saca flecos a la jáquima que me trae Bellito.- Ya está el rancho barrido: hamacas, escribir; leer; lluvia; sueño inquieto.
Mayo 14. -Sale una guerrilla para La Venta, el caserío con la tienda de Rebentoso, y el fuerte de 25 hombres. Mandan, horas después, al alcalde; el gallego José González, casado en el país, que dice que es alcalde a la fuerza, y espera en el rancho de Miguel Pérez, el pardo que está aquí de cuidador, barbero. Escribo, poco y mal, porque estoy pensando con zozobra y amargura. ¿Hasta qué punto será útil a mi país mi desistimiento? Y debo desistir, en acto: llegase la hora propia, para tener libertad de aconsejar, y poder moral para resistir el peligro que de años atrás preveo, y en la soledad en que voy, impere acaso, por la desorganización e incomunicación que en mi aislamiento no puede vencer, aunque, a campo libre; la revolución entraría, naturalmente, por su unidad de alma, en las formas que asegurarían y acelerarían su triunfo.- Rosalío va y viene, trayendo recados, leche, cubiertos, platos: va es prefecto de Dos Ríos. Su andaluza prepara para un enfermo una purga de higuereta, de un catre le hace hamaca, le acomoda un traje: el enfermo es José Gómez, granadino, risueño, de franca dentadura: "Y usted, Gómez, ¿cómo se nos vino para acá? Cuénteme, desde que vino a Cuba". "Pues yo vine hace dos años, y me rebajaron, y me quedé trabajando en el Camagüey. Nos rebajaron así a todos, para cobrarse nuestro sueldo, y nosotros de lo que trabajábamos vivíamos. Yo no veía más que criollos, que me trataban muy bien: yo siempre vestí bien, y gané dinero, y tuve amigos: de mi paga en dos años, solo alcancé doce pesos.- Y ahora me llamaron al cuartel, y no sufrí tanto como otros, porque me hicieron cabo; pero aquello era maltratar a los hombres, que yo no lo podía sufrir, y cuando un Oficial me pegó dos cocotazos, me callé y me dije que no me pegaría más, y me tomé el fusil y las cápsulas, y aquí estoy". Y a caballo, en su jipijapa y saco pardo, con el rifle por el arzón de su potranca, y siempre sonriendo.- Se agolpan al rancho, venideros de la Sabana, de Hato del Medio ,los balseros que fueron a preguntar si podían arrear la madera vuelven a Cauto del Embarcadero, pero no a arrearla: prohibidlos, los trabajos que den provecho, directo o indirecto, al enemigo. Ellos no murmuran: querían saber: están preparados a salir; con el Comandante Contiño.- Veo venir a caballo, a paso sereno bajo la lluvia, a un magnífico hombre, negro de color, con gran sombrero de ala vuelta, que se queda oyendo, atrás del grupo y con la cabeza por sobre él. Es Casiano Leyva, vecino de Rosalío, práctico por Guamo, entre los triunfadores el primero, con su hacha potente: y al descubrirse le veo el noble rostro, frente alta y fugitiva, combada al medio, ojos mansos y firmes, de gran cuenca; entre pómulos anchos; nariz pura; y hacia la barba aguda la pera canosa: es heroica la caja del cuerpo, subida en las piernas delgadas: una bala, en la pierna: él lleva permiso de dar carne al vecindario; para que no maten demasiada res. Habla suavemente; y cuanto hace tiene inteligencia y majestad. El luego irá por Guamo.- Escribo las instrucciones generales a los gefes y oficiales.
Mayo 15. -La lluvia de la noche, el fango, el baño en el Contramaestre: la, caricia del agua que corre: la seda del agua. A la tarde; viene la guerrilla: que Masó anda por la Sabana, y nos lo buscan: traen un convoy, cogido en La Ratonera. Lo vacían a la puerta: lo reparte Bellito: vienen telas, que Bellito mide al brazo: tanto a la escolta, -tanto a Pacheco, el Capitán del convoy, y la gente de Bellito, -tanto al Estado Mayor: velas, una pieza para la mujer de Rosalío, cebollas y ajos, y papas y aceitunas para Valentín. Cuando llego el convoy, allí el primero Valentín, al pie, como diciendo, ansioso. Luego, la gente alrededor. A ellos, un galón de "vino de composición para tabaco", -más vino dulce: Que el convoy de Bayamo sigue sin molestar a Baire, repartiendo raciones. Lleva once prácticos, y Francisco Diéguez entre ellos: "Pero él vendrá": el me ha escrito: lo que pasa es que en la fuerza teníamos a los bandidos que persiguió él, y no quiere venir, los bandidos de El Brujito, el muerto de Hato del Medio". -Y no hay fuerzas alrededor con que salirle al convoy, que va con 500 hombres. Rabí, -dicen- atacó el tren de Cuba en San Luis, y quedo allá. -De Limbano hablamos, de sobremesa: y se recuerda su muerte, como la conto el práctico de Mayarí, que había acudido a salvarlo, y llegó tarde. Limbano iba con Mongo, ya deshecho, y llegó a casa de Gabriel Reyes, de mala mujer, a quien le había hecho mucho favor: le dio las monedas que llevaba; la mitad para su hijo de Limbano y para Gabriel la otra mitad, a que fuera a Cuba, a las diligencias de su salida, y el hombre volvió, con la promesa de 2,000 pesos, que ganó envenenando a Limbano. Gabriel fue al puesto de la guardia civil, que vino, y disparo sobre el cadáver, para que apareciera muerto de ella. Gabriel vive en Cuba, acusado de todos los suyos: su ahijado le dijo: "Padrino, me voy del lado de usted, porque usted es muy infame". -Artigas, al acostarnos pone grasa de puerco sin sal sobre una hoja de tomate, y me cubre la boca del nacido.
Mayo 16. -Sale Gómez a visitar los alrededores. Antes, registro de los sacos, del Teniente Chacón, Oficial Díaz, Sargento P. Rico, que murmuran, para hallar un robo de 1/2 botella de grasa.- Convicción de Pacheco, el Capitán: que el cubano quiere cariño, y no despotismo: que por el despotismo se fueron muchos cubanos al gobierno y se volverán a ir: que lo que está en el campo, es un pueblo, que ha salido a buscar quien lo trate mejor que el español, y halla justo que le reconozcan su sacrificio. Calmo, -y desvío sus demostraciones -de afecto a mí, y las de todos. Marcos, el dominicano: "¡Hasta sus huellas!" De casa de Rosalío vuelve Gómez.- Se va libre el alcalde de la Venta; que los soldados de la Venta, andaluces, se nos quieren pasar.- Lluvia, escribir, leer.
Mayo 17. -Gómez sale, con los 40 caballos, a molestar el convoy de Bayamo. Me quedo escribiendo con Garriga y Feria, que copian las Instrucciones Generales a los gefes y oficiales -conmigo doce hombres, bajo el Teniente Chacón, con tres guardias, a los tres caminos; y junto a mí, Graciano Pérez. Rosalío, en su arrenquín, con el fango a la rodilla, me trae, en su jaba de casa, el almuerzo cariñoso: "por usted doy mi vida". Vienen, recién salidos de Santiago, los hermanos Chacón, dueño el uno del arria cogida antier, y su hermano rubio, bachiller y cómico, -y Jose Cabrera, zapatero de Jiguaní, trabado y franco, -y Duane, negro joven, y como... en camisa, pantalón gran cinto, y... Avalos, tímido, y Rafael Vázquez, y Desiderio Soler, de 16 años, a quien Chacón trae como hijo. -Otro hijo hay aquí, Ezequiel Morales, con 18 años, de padre muerto en las guerras. Y estos que vienen, me cuentan de Rosa Moreno, la campesina viuda que le mandó a Rabí su hijo único Melesio, de 16 años: "allá murió tu padre: ya yo no puedo ir: tú ve". Asan plátanos, y majan tasajo de vaca, con una piedra en el pilón, para los recienvenidos. Está muy turbia el agua crecida del Contramaestre, -y me trae Valentín un jarro hervido en dulce, con hojas de higo.
La Vuelta Grande
Los trágicos eventos de Dos Ríos del 19 de mayo de 1895.
El Apóstol
de Playitas a Dos Ríos
A finales de 1894 todo iba marchando según los planes de José Martí, comenzando a ejecutarse el Plan de la Fernandina antes de terminarse el año.
En los primeros días del nuevo año, 1895 los tres barcos del Plan de la Fernandina y el armamento que en ellos se llevaría a Cuba son confiscados por el gobierno de los Estados Unidos. Aquello fue desastroso para Martí, quien era responsable y se encontraba al mando de la operación. No era un complejo desembarco de tres naves simultáneas, era mucho más, un levantamiento en la Isla completa lo que el Apóstol había puesto en movimiento.
Martí logra sobrepasar el fracaso, conferencia con los generales cubanos de guerras anteriores y decide por continuar adelante con sus planes aunque se hayan perdido los barcos y armas de los desembarcos. Envía a su amigo Juan Gualberto Gómez la Orden de Levantamiento la cual Gómez transmite al resto de Cuba. Notifica a Maceo y otros cubanos en Costa Rica de continuar adelante y se embarca rumbo a la República Dominicana para unirse con el Generalísimo Máximo Gómez.
En la República Dominicana Martí envía su testamento político y su testamento literario. Junto con Máximo Gómez redacta el Manifiesto de Montecristi. Martí, Gómez y un pequeñísimo grupo de acompañantes se embarcan para ir a Cuba. El intento fracasó. Vuelven a tratar y el 11 de abril, pasada las 10 de la noche: José Martí, Máximo Gómez, Francisco Borrero, Ángel Guerra, César Salas y Marcos del Rosario, desembarcan en Playitas, Oriente, Cuba.
Diario en Cuba, de Playitas a Dos Ríos.
Playitas
11 Abril. - bote... Salimos a las 11. Pasamos (4) rozando a Maisí, y vemos la farola. Yo en el puente. A las 7 1/2 oscuridad. Movimiento a bordo. Capitán conmovido. Bajan el bote. Llueve grueso al arrancar. Rumbamos mal. Ideas diversas y revueltas en el bote. Más chubasco. El timón se pierde. Fijamos rumbo. Llevo el remo de proa. Salas rema seguido. Paquito Borrero y el General ayudan de popa. Nos ceñimos los revólvers. Rumbo al abra. La luna asoma, roja, bajo una nube. Arribamos a una playa de piedras, La Playita, (al pié de Cajobabo.) Me quedo en el bote el último vaciándolo. Salto. Dicha grande. Viramos el bote, y el garrafón de agua. Bebemos Málaga. Arriba por piedras, espinas y cenegal. Oímos ruido, y preparamos, cerca de una talanquera. Ladeando un sitio, llegamos a una casa. Dormimos cerca, por el suelo.
Cajobabo
Cueva de Juan Ramírez
Casa de Tavera
Vega Batea
Palmarito
Pozango
Palenque
Madre Vieja
Los Ciguatos
La Yuraguana
Malabé
Iguanabo
Vuelta Corta
Aguacate
Kentucky
Rita Perdomo
La Yaya
La Mejorana
Jagua
La Güira
Bio
Altagracia de Venero
Travesía
Dos Ríos
Mayo 12. -De la Travesía a la Jatía, por los potreros, aun ricos en reses, de la Travesía, Guayacanes y la Vuelta. La yerba ya se espesa, con la lluvia continua. Gran pasto, y campo, para caballería. Hay que echar abajo las cercas de alambre, y abrir el ganado al monte, o el español se lo lleva, cuando ponga en La Vuelta el campamento, al cruce de todos estos caminos. Con barrancas como las del Cauto asoma el Contramaestre, más delgado y claro y luego lo cruzamos y bebemos. Hablamos de hijos: Con los tres suyos está Teodosio Rodríguez, de Holguín: Artigas trae el suyo: con los dos suyos de 21 y 18 años, viene Bellito. Una vaca, pasa rápida, mugiendo dolorosa y salta el cercado: despacio viene a ella, corno viendo poco, el ternero perdido; y de pronto, como si la reconociera, se enarca y arrima a ella, con la cola al aire, y se pone a la ubre: aun muge la madre. -La Jatía es casa buena, de cedro, y de corredor de zinc, ya abandonada de Agustín Maysana, español rico; de cartas y papeles están los suelos llenos. Escribo al aire, al Camagüey, todas las cartas que va a llevar Calunga, diciendo lo visto, anunciando el viaje, al Marqués, a Mola, a Montejo.- Escribo la circular prohibiendo el pase de reses, y la carta a Rabí. Masó anda por la sabana con Maceo, y le escribimos: una semana hemos de quedarnos por aquí, esperándolo.- Vienen tres veteranos de las Villas, uno con tres balazos en el ataque imprudente a Arimao, bajo Mariano Torres, y el hermano, por salvarlo, con uno: van de compra y noticias a Jiguaní: Jiguaní tiene un fuerte, bueno, fuera de la población, y en la plaza dos tambores de mampostería, y los otros dos sin acabar, porque los carpinteros, que atendían a la madera desaparecieron: y así dicen: "vean como están estos paisanos, que ni pagados quieren estarse con nosotros".- Al acostarnos, desde las hamacas, luego de plátano y queso, acabado lo de escribir, hablamos de la casa de Rosalío, donde estuvimos por la mañana, al café a que nos esperaba él, de brazos en la cerca. El hombre es fornido, y viril, de trabajo rudo, y bello mozo, con el rostro blanco ya rugoso, y barba negra corrida.- "Aquí tienen a mi señora", dice el marido fiel, y con orgullo: y allí está en su túnico morado, el pié sin medias en la pantufla de flores, la linda andaluza, subida a un poyo, pilando el café. En casco tiene alzado el cabello por detrás, y de allí le cuelga en caudal: se le ve sonrisa y pena. Ella no quiere ir a Guantánamo, con las hermanas de Rosalío: ella quiere estar "donde esté Rosalío". La hija mayor, blanca, de puro óvalo con el rico cabello corto abierto en dos y enmarañado, aquieta a un criaturín huesoso, con la nuca de hilo, y la cabeza colgante, en un gorrito de encaje: es el último parto. Rosalío levantó la finca; tiene vacas, prensa-quesos: a lonjas de a libra nos comemos su queso, remojado en café: con la tetera, en su taburete, da leche Rosalío a un angelón de hijo, desnudo, que muerde a los hermanos que se quieren acercar al padre: Emilia de puntillas, saca una taza de la alacena que ha hecho de cajones, contra la pared del rancho. O nos oye sentada; con su sonrisa dolorosa, y al rededor se le cuelgan sus hijos.
Mayo 13. -Esperaremos a Masó en lugar menos abiertos, cerca de Rosalío, en casa de su hermano. Voy aquietando: a Bellito, a Pacheco, y a la vez impidiendo que me muestren demasiado cariño. Recorremos de vuelta los potreros de ayer, seguimos Cauto arriba, y Bellito pica espuelas para enseñarme el bello estribo, de copudo verdor, donde, con un ancho recodo al frente se encuentran los dos ríos: el Contramaestre entra allí al Cauto. Allí, en aquel estribo, que da por su fondo a los potreros de la Travesía, ha tenido Bellito campamento: buen campamento: allí arboleda oscura, y una gran ceiba. Cruzamos el Contramaestre, y, a poco; nos apeamos en los ranchos abandonados de Pacheco. Aquí fue cuando esto era monte, el campamento de Los Ríos, donde O'Kelly se dio primero con los insurrectos, antes de ir a Céspedes. -Y hablamos de las tres Altagracias. - Altagracia la Cubana, donde estuvimos.- Altagracia de Manduley.- Y Altagracia la Bayarnesa. -De sombreros: "tanta tejedora que hay en Holguín".- De Holguín, que es tierra seca, que se bebe la lluvia, con sus casas a cordel y sus patios grandes, "hay mil vacas paridas en Holguín".- Me, buscan hojas de zarza, o de tomate, para untarlas de sebo, sobre los nacidos. Artigas le saca flecos a la jáquima que me trae Bellito.- Ya está el rancho barrido: hamacas, escribir; leer; lluvia; sueño inquieto.
Mayo 14. -Sale una guerrilla para La Venta, el caserío con la tienda de Rebentoso, y el fuerte de 25 hombres. Mandan, horas después, al alcalde; el gallego José González, casado en el país, que dice que es alcalde a la fuerza, y espera en el rancho de Miguel Pérez, el pardo que está aquí de cuidador, barbero. Escribo, poco y mal, porque estoy pensando con zozobra y amargura. ¿Hasta qué punto será útil a mi país mi desistimiento? Y debo desistir, en acto: llegase la hora propia, para tener libertad de aconsejar, y poder moral para resistir el peligro que de años atrás preveo, y en la soledad en que voy, impere acaso, por la desorganización e incomunicación que en mi aislamiento no puede vencer, aunque, a campo libre; la revolución entraría, naturalmente, por su unidad de alma, en las formas que asegurarían y acelerarían su triunfo.- Rosalío va y viene, trayendo recados, leche, cubiertos, platos: va es prefecto de Dos Ríos. Su andaluza prepara para un enfermo una purga de higuereta, de un catre le hace hamaca, le acomoda un traje: el enfermo es José Gómez, granadino, risueño, de franca dentadura: "Y usted, Gómez, ¿cómo se nos vino para acá? Cuénteme, desde que vino a Cuba". "Pues yo vine hace dos años, y me rebajaron, y me quedé trabajando en el Camagüey. Nos rebajaron así a todos, para cobrarse nuestro sueldo, y nosotros de lo que trabajábamos vivíamos. Yo no veía más que criollos, que me trataban muy bien: yo siempre vestí bien, y gané dinero, y tuve amigos: de mi paga en dos años, solo alcancé doce pesos.- Y ahora me llamaron al cuartel, y no sufrí tanto como otros, porque me hicieron cabo; pero aquello era maltratar a los hombres, que yo no lo podía sufrir, y cuando un Oficial me pegó dos cocotazos, me callé y me dije que no me pegaría más, y me tomé el fusil y las cápsulas, y aquí estoy". Y a caballo, en su jipijapa y saco pardo, con el rifle por el arzón de su potranca, y siempre sonriendo.- Se agolpan al rancho, venideros de la Sabana, de Hato del Medio ,los balseros que fueron a preguntar si podían arrear la madera vuelven a Cauto del Embarcadero, pero no a arrearla: prohibidlos, los trabajos que den provecho, directo o indirecto, al enemigo. Ellos no murmuran: querían saber: están preparados a salir; con el Comandante Contiño.- Veo venir a caballo, a paso sereno bajo la lluvia, a un magnífico hombre, negro de color, con gran sombrero de ala vuelta, que se queda oyendo, atrás del grupo y con la cabeza por sobre él. Es Casiano Leyva, vecino de Rosalío, práctico por Guamo, entre los triunfadores el primero, con su hacha potente: y al descubrirse le veo el noble rostro, frente alta y fugitiva, combada al medio, ojos mansos y firmes, de gran cuenca; entre pómulos anchos; nariz pura; y hacia la barba aguda la pera canosa: es heroica la caja del cuerpo, subida en las piernas delgadas: una bala, en la pierna: él lleva permiso de dar carne al vecindario; para que no maten demasiada res. Habla suavemente; y cuanto hace tiene inteligencia y majestad. El luego irá por Guamo.- Escribo las instrucciones generales a los gefes y oficiales.
Mayo 15. -La lluvia de la noche, el fango, el baño en el Contramaestre: la, caricia del agua que corre: la seda del agua. A la tarde; viene la guerrilla: que Masó anda por la Sabana, y nos lo buscan: traen un convoy, cogido en La Ratonera. Lo vacían a la puerta: lo reparte Bellito: vienen telas, que Bellito mide al brazo: tanto a la escolta, -tanto a Pacheco, el Capitán del convoy, y la gente de Bellito, -tanto al Estado Mayor: velas, una pieza para la mujer de Rosalío, cebollas y ajos, y papas y aceitunas para Valentín. Cuando llego el convoy, allí el primero Valentín, al pie, como diciendo, ansioso. Luego, la gente alrededor. A ellos, un galón de "vino de composición para tabaco", -más vino dulce: Que el convoy de Bayamo sigue sin molestar a Baire, repartiendo raciones. Lleva once prácticos, y Francisco Diéguez entre ellos: "Pero él vendrá": el me ha escrito: lo que pasa es que en la fuerza teníamos a los bandidos que persiguió él, y no quiere venir, los bandidos de El Brujito, el muerto de Hato del Medio". -Y no hay fuerzas alrededor con que salirle al convoy, que va con 500 hombres. Rabí, -dicen- atacó el tren de Cuba en San Luis, y quedo allá. -De Limbano hablamos, de sobremesa: y se recuerda su muerte, como la conto el práctico de Mayarí, que había acudido a salvarlo, y llegó tarde. Limbano iba con Mongo, ya deshecho, y llegó a casa de Gabriel Reyes, de mala mujer, a quien le había hecho mucho favor: le dio las monedas que llevaba; la mitad para su hijo de Limbano y para Gabriel la otra mitad, a que fuera a Cuba, a las diligencias de su salida, y el hombre volvió, con la promesa de 2,000 pesos, que ganó envenenando a Limbano. Gabriel fue al puesto de la guardia civil, que vino, y disparo sobre el cadáver, para que apareciera muerto de ella. Gabriel vive en Cuba, acusado de todos los suyos: su ahijado le dijo: "Padrino, me voy del lado de usted, porque usted es muy infame". -Artigas, al acostarnos pone grasa de puerco sin sal sobre una hoja de tomate, y me cubre la boca del nacido.
Mayo 16. -Sale Gómez a visitar los alrededores. Antes, registro de los sacos, del Teniente Chacón, Oficial Díaz, Sargento P. Rico, que murmuran, para hallar un robo de 1/2 botella de grasa.- Convicción de Pacheco, el Capitán: que el cubano quiere cariño, y no despotismo: que por el despotismo se fueron muchos cubanos al gobierno y se volverán a ir: que lo que está en el campo, es un pueblo, que ha salido a buscar quien lo trate mejor que el español, y halla justo que le reconozcan su sacrificio. Calmo, -y desvío sus demostraciones -de afecto a mí, y las de todos. Marcos, el dominicano: "¡Hasta sus huellas!" De casa de Rosalío vuelve Gómez.- Se va libre el alcalde de la Venta; que los soldados de la Venta, andaluces, se nos quieren pasar.- Lluvia, escribir, leer.
Mayo 17. -Gómez sale, con los 40 caballos, a molestar el convoy de Bayamo. Me quedo escribiendo con Garriga y Feria, que copian las Instrucciones Generales a los gefes y oficiales -conmigo doce hombres, bajo el Teniente Chacón, con tres guardias, a los tres caminos; y junto a mí, Graciano Pérez. Rosalío, en su arrenquín, con el fango a la rodilla, me trae, en su jaba de casa, el almuerzo cariñoso: "por usted doy mi vida". Vienen, recién salidos de Santiago, los hermanos Chacón, dueño el uno del arria cogida antier, y su hermano rubio, bachiller y cómico, -y Jose Cabrera, zapatero de Jiguaní, trabado y franco, -y Duane, negro joven, y como... en camisa, pantalón gran cinto, y... Avalos, tímido, y Rafael Vázquez, y Desiderio Soler, de 16 años, a quien Chacón trae como hijo. -Otro hijo hay aquí, Ezequiel Morales, con 18 años, de padre muerto en las guerras. Y estos que vienen, me cuentan de Rosa Moreno, la campesina viuda que le mandó a Rabí su hijo único Melesio, de 16 años: "allá murió tu padre: ya yo no puedo ir: tú ve". Asan plátanos, y majan tasajo de vaca, con una piedra en el pilón, para los recienvenidos. Está muy turbia el agua crecida del Contramaestre, -y me trae Valentín un jarro hervido en dulce, con hojas de higo.
La Vuelta Grande
Los trágicos eventos de Dos Ríos del 19 de mayo de 1895.
No comments:
Post a Comment